comunicación, discapacidad, educación

La discapacidad en los medios informativos: una guía de estilo.

Photo by Roman Kraft on Unsplash

Lamentablemente, vemos casi a diario en medios informativos de todo tipo un tratamiento de la discapacidad y de las personas con discapacidad que dista bastante de ser el correcto en cuanto al lenguaje con el que se hace referencia (ya no hablemos de lo que se dice concretamente, lo cual vamos a dejar fuera de este artículo).

Todavía se siguen leyendo y escuchando expresiones como deficiente, retrasado, retardado, minusválido, discapacitado o, en el mejor de los casos, persona discapacitada, entre otros ejemplos.

Sin querer, ni por asomo, justificar a las personas “de a pie” que usan este tipo de terminología, entra dentro de lo previsible (más allá de que lo puedan hacer a propósito, lo cual no tiene justificación alguna) que lo hagan si no se les ha explicado que esos términos son entre bastante y muy peyorativos para las personas con discapacidad.

Lo que es menos justificable todavía, bajo mi punto de vista, es que los medios de comunicación continúen haciendo uso de esas expresiones.

Unos medios que tienen diferentes guías de estilo de cómo usar lenguaje inclusivo, qué tipo de imágenes deben o no deben emitir, etc., y que parece que desconocen que hay otras que explican cómo utilizar el lenguaje correcto para referirse a las personas con discapacidad.

Los medios de comunicación no solo construyen la imagen de la discapacidad, sino que trasladan a la ciudadanía las maneras de ser y estar en el mundo de la persona con discapacidad, contribuyendo a configurar y definir no solo su idiosincrasia sino su mejor y natural inclusión en la sociedad.

Así mismo, intervienen en los procesos de socialización de las personas, cincelando la cultura de cada colectivo.

Para intentar cambiar esa situación,  existen diversas guías. Por ejemplo, la “Guía de estilo sobre discapacidad para profesionales de los medios de comunicación” del Real Patronato de la Discapacidad, o las relacionadas más con la salud mental que se pueden consultar en este enlace.

Por su parte, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social ha publicado hace poco la “Guía de estilo sobre discapacidad para profesionales de los medios de comunicación” que pretende ser una valiosa ayuda para que, siguiendo sus recomendaciones, se logre la normalización de la presencia de las personas con discapacidad en la sociedad, y sobre la que tratará el artículo.

 

Los medios, responsables de perpetuar prejuicios y apuntalar estigmas

Tal y como se menciona en la guía, los medios de comunicación ejercen una labor impagable y tantas veces inobservada de pedagogía. Educan. Por tanto, son capaces de cambiar la realidad.

Su tarea es especialmente importante cuando informan de los colectivos sensibles, aquellos que no tienen la igualdad de condiciones que el resto. Como ocurre con las personas con discapacidad.

No se trata únicamente de usar correctamente tal o cual palabra, que también, sino de construir una concepción simbólica sobre la discapacidad más humana, más exacta, más inclusiva.

Los asuntos relacionados con la discapacidad están llamados a ocupar cada vez más espacio en los medios de comunicación, por varias razones como la creciente participación de las personas con discapacidad en todos los órdenes de la sociedad es creciente, los avances médicos y las mejoras tecnológicas (que prolongan la esperanza de vida, o el hecho de que las personas con discapacidad representan un porcentaje nada desdeñable de nuestra sociedad.

Ofrecer una imagen de las personas con discapacidad exige mostrarlas en toda su riqueza y complejidad,no solo en aquellas situaciones específicas de la discapacidad.

El reto, por tanto, es situar las informaciones en su contexto, usar un lenguaje adecuado, aportar noticias que enriquezcan, y sin usar la discapacidad como elemento frívolo, exótico o sensacionalista.

 

La imagen de la discapacidad en los medios de información.

Como comentaba antes, el trato que se da a la discapacidad en los medios no suele ser bueno. Se utiliza una imagen estereotipada de la discapacidad y de las personas que la tienen.

Los contenidos que se suelen usar son:

  • Sensacionalistas: hay una intencionalidad de impacto en el titular.
  • Estereotipados: tanto del lado de la discapacidad como objeto de paternalismo, como del lado de la discapacidad como fuente de heroicidad.
  • Sesgados: los profesionales de la información tienden a incidir en los rasgos diferenciadores en vez de subrayar aquellos que comparten con el resto de ciudadanos.
  • Despersonalizados: los contenidos referidos a la discapacidad suelen provenir de las distintas fuentes institucionales (organismos y cargos públicos), o de las entidades dedicadas a la discapacidad. Sería recomendable, en la medida de lo posible, poner rostro a estas informaciones incluyendo el testimonio de personas con discapacidad que se vean concernidas por la información.

La guía deja claro que no hay una intencionalidad en los profesionales de la comunicación, sino una falta de conocimiento sobre el colectivo, pero recalca que, es de vital importancia, que las informaciones relativas a la discapacidad reciban un tratamiento adecuado.

También pone algunos ejemplos prácticos de titulares de periódicos como ejemplo de la estereotipación que antes mencionaba.

 

Recomendaciones generales para un uso correcto del lenguaje.

En la guía se dan una serie de recomendaciones generales a tener en cuenta para que los medios de comunicación puedan ofrecer una imagen adecuada de las personas con discapacidad, huyendo de los estereotipos y los clichés:

  • Vinculación entre enfermedad y discapacidad: en los medios de comunicación se manejan con cierta frecuencia los términos “enfermedad” y “discapacidad” como si fueran sinónimos, y ello es un tremendo error. Si bien son dos conceptos estrechamente vinculados, parece darse por sentado que la segunda no es más que una consecuencia de la primera, y no siempre, ni mucho menos, sucede. El vínculo entre enfermedad y discapacidad no es tan ineludible como parece. Por ejemplo, una persona con soriasis tiene una enfermedad, pero no una discapacidad; por el contrario, una persona con sordera presenta una discapacidad, pero no está enferma.
  • Emplear la expresión persona con discapacidad, que redunda en la idea de que, ante todo, la persona con discapacidad es una persona y, por tanto, sujeto de dignidad y objeto de derechos. Por tanto, no se deberán utilizar expresiobes como las que comentaba al inicio del artículo.
  • También hay que evitar expresiones que se utilizan para amortiguar la discapacidad,que originan más confusión que claridad. Esto que creo que se ha convertido en una moda quizá basada un poco en el “buenismo” de intentar “rebajar” la discapacidad a base de usar expresiones que no mencionan esa palabra concreta. Según el manual de las normas de estilo del CERMI, hay que desterrar su uso, ya que la inmensa mayoría de las personas con discapacidad y su movimiento rechazan la utilización de este tipo de expresiones “por no sentirse identificadas con un léxico sin legitimidad ni respaldo social amplio”. Entre esas expresiones tan confusas están “personas con capacidades diferentes”, “personas con diversidad funcional”, o “personas especiales”. Digo yo que todas las personas tienen capacidades diferentes, y si todos las tenemos (tengamos o no discapacidad), ¿cómo se “diferencia” a quien tiene discapacidad de quien no la tiene utilizando una expresión así?
  • Evaluar si la mención explícita a la discapacidad es o no relevante para la enjundia de la información, en especial en el titular.
  • Evitar la generalización. No todas las personas con discapacidad intelectual son iguales, ni todas las personas con depresión actúan motivadas por las mismas razones, ni todas las personas con trastorno esquizoide tienen los mismos rasgos.
  • No enfocar la discapacidad como una tacha, como algo negativo.
  • Prescindir de verbos o sustantivos que implican una carga negativa: “soporta”, “padece”, “sufre”, “víctima”, “aqueja”, “postrado”…, y sustituirlos por otros más neutros como “presenta”, “manifiesta” o, simplemente, “tiene”.
  • Al hacer la contraposición entre las personas con discapacidad y el resto de ciudadanos, evitemos expresiones del tipo “las personas con discapacidad, al contrario que las personas normales”.
  • Utilizar el término “inclusión” en vez de “integración”. Incluir es más que integrar. Implica respuesta, reciprocidad.
  • Emplear la expresión “personas en situación de dependencia” en vez de “dependientes”(en los titulares, por el menor espacio de que se dispone, se aceptará “personas dependientes”, incluyendo en el texto la expresión correcta, “personas en situación de dependencia”).
  • No contribuir a los bulos informativos, como por ejemplo al mencionartratamientos mágicos que “curan” la discapacidad física, la ceguera o cualquier otra discapacidad.
  • Dar voz a los protagonistas, hablando con quienes conocen la discapacidad de primera mano y que complementarán la información obtenida de las fuentes administrativas.
  • Contrastar la información, cosa que debería ser hecho con cualquier tipo de noticia, ¿por qué no se iba a hacer en este caso?
  • Cuidado con el humor, no banalizando cuestiones que tienen consecuencias para muchas personas, y tratando de no frivolizar.
  • La discapacidad es una condición que concurre en la persona, pero que no la define; por tanto, no se debe centrar la información en sus limitaciones sino en sus capacidades como tal.
  • Agregar la perspectiva de género. Las mujeres con discapacidad se enfrentan una doble discriminación e incluir esta perspectiva facilita su inclusión.
  • Incluir en la información referencias a aquellos servicios (públicos o privados) y/o entidades que puedan mejorar la situación que reflejamos.
  • Las personas con discapacidad no son meros receptores de ayudas, su realidad enriquece al conjunto de la sociedad, como cualquier otro colectivo. Conviene, por tanto, ofrecer una imagen dinámica y activa de la discapacidad. 
  • Incorporar la discapacidad en la agenda de temas de actualidad para acabar con la invisibilidad de este colectivo. 
  • Incluir la información sobre la discapacidad de manera trasversal en la información de carácter general (empleo, educación, transportes, etc.) para ayudar a su normalización.
  • Contextualizar la información, de manera que se contribuya a que el público destinatario tenga una visión más ajustada y real de la discapacidad.
  • Evitar los casos extremos, vinculando discapacidad con dependencia, o con heroicidad. Cualquiera de los dos extremos es perjudicial para el colectivo, y dista mucho de ser veraz.

 

Otros contenidos de la guía.

Además de lo comentado anteriormente, la guía también tiene otras secciones que no desarrollaré aquí, pero que son igual de importantes como son las relativas al lenguaje correcto para cada tipo de discapacidad (discapacidad sensorial, física, intelectual, enfermedad mental), recomendaciones para contenidos accesibles, un glosario de términos más comunes, información sobre los principales organismos públicos y asociaciones de la discapacidad, un interesante apartado de historia sobre la discapacidad, y otro sobre cumplimiento normativo.

Es este, en definitiva, un documento que todo buen periodista y comunicador debería al menos consultar para ver si en su forma de comunicar hay alguna faceta mejorable al respecto de cómo trata la discapacidad.

Yo, sin ir más lejos, he descubierto un punto concreto de las recomendaciones que no estaba tratando correctamente.  Un error que espero no volver a cometer de aquí en adelante.

 

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