La reputación es un driver de valor a través de los comportamientos favorables que genera en los grupos de interés e influye en la cuenta de resultados de las organizaciones, por lo que tiene una importancia capital en su gestión.
En mi anterior artículo sobre tendencias en reputación corporativa comenté con anterioridad que la gestión de los intangibles está cada día más presente en las hojas de ruta de las organizaciones. Vivimos en una sociedad en la que no sólo es necesario ser bueno sino también parecerlo ya que para generar una buena reputación es necesario ser coherente entre lo que decimos que hacemos y lo que hacemos realmente, un hecho que es tan válido tanto para empresas y organizaciones como para individuos particulares.
Según el interesante estudio The Impact of Reputation on Market Value realizado en 2012 por el fundador de Reputation Dividend, Simon Cole, la contribución de la reputación al valor de capitalización en el mercado de una empresa es, de media, de más de un 25% de su valor. Aunque esa contribución varía según el tamaño de la compañía y es normalmente mayor a medida que ésta es más grande, algo que no debería sorprendernos ya que cuanto más grandes son las organizaciones más conocidas suelen resultarnos y es más fácil que tengamos una valoración de las mismas.
Por si ese mero dato sobre capitalización no fuera suficiente como para tomarse seriamente la gestión de la reputación, ésta proporciona a la empresa ventajas como, por ejemplo, mayores ventas directas, nuevas ventas por recomendaciones de terceros, consecución y mantenimiento de licencia para operar, o una mayor atracción y retención del talento.