El pasado 16 de abril tuve la oportunidad de asistir en ESADE a la presentación del libro “La RSE ante el espejo”, llevada a cabo en Barcelona por sus autores Sira Abenoza y Josep M. Lozano. Desgraciadamente el tiempo destinado a la presentación fue un poco corto pero sirvió para despertar aún más interés por la lectura del libro, cosa que he hecho este fin de semana.
Para la realización del libro se ha entrevistado a veintiuna personas representativas del ámbito de la RSE por su trayectoria profesional en diversos frentes: directores de RSE, políticos, consultores, sindicatos, ONG’s, etc. Se les ha preguntado sobre la evolución de la Responsabilidad Social en España en los últimos 15 años, y se nos presentan de manera anónima sus opiniones sobre las mentalidades de la RSE, sus grandes logros y decepciones, sus funciones, sus tópicos, los temas de especial relevancia y cómo han de ser los profesionales de la RSE del futuro. En esta entrada en el blog de Manuel Hurtado podemos ver un conciso resumen del libro.
Como pequeña crítica al libro, creo que se debería haber entrevistado a un número mayor de mujeres, ya que sólo hay dos entre las veintiuna personas entrevistadas, pero también desconozco si se ofreció esa oportunidad a más féminas ni si hubo respuestas negativas por su parte.
Una de las partes del libro que más llamaron mi atención es la de “los tópicos de la RSE”. Esperaba encontrarme (no, realmente deseaba no hacerlo) algún comentario del estilo de que “la RSE está en el ADN de las empresas” o alguna cosa así, y la verdad es que alguno sí que ha habido aunque no ha sido ese. En concreto, los entrevistados tienen diferentes visiones en cuanto a si una empresa responsable es aquella que se preocupa por dialogar con sus grupos de interés, cosa que sí creen pero de manera matizada. Hay quienes defienden que se debe conversar constantemente con los grupos de interés, de manera bidireccional y no sólo cuándo toca hacer o presentar la memoria anual de RSE. Otros, en cambio, creen que el diálogo está sobrevalorado y que lo que las organizaciones han de hacer es conversar y escuchar, pero centrándose en aquellos temas relamente materiales, y no en “dialogar por dialogar”. Los más comprometidos creen que hay que tener la capacidad y la voluntad para ponerse en el lugar de los grupos de interés y querer empatizar con ellos, perdiendo el miedo a que éstos critiquen a la organización y viendo que realmente esas críticas son oportunidades de mejora y que nos están señalando posibles riesgos actuales y/o futuros con los que deberemos contar e intentar minimizar. La mejora de la gestión sería entonces, sin duda, uno de los objetivos finales de ese diálogo. Para algunos otros, no se debe contar con todos los grupos de interés sino con aquellos que realmente pueden hacer más daño a la organización en caso de que algún riesgo pase de potencial a una realidad tangible, es el enfoque más utilitarista del diálogo con los stakeholders. Como bien dice el texto del libro, “el diálogo con los grupos de interés, como vemos, es un ejemplo claro en el que se pone de manifiesto el impacto determinante que tiene en su enfoque la mentalidad desde la que se aborda”, mentalidades que quedan descritas en su capítulo 1 y que se resumirían en gestora, profesional y transformadora.
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