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La OMS apuesta por una transformación de la salud mental

Foto de Marcel Strauß en Unsplash

Veinte años después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicara su histórico primer Informe sobre la salud en el mundo, se ha avanzado mucho en ese ámbito, aunque de una manera lenta que requiere seguir dando pasos decididos.

Tras comprometerse a cumplir una serie de objetivos de mejora de la salud mental, los estados miembros de la OMS adoptaron el Plan de Acción Integral de Salud Mental 2013-2030, centrado en fortalecer el liderazgo y la gobernanza, la atención de base comunitaria, la promoción y la prevención, y los sistemas de información y la investigación.

Pero en su último análisis de 2022 titulado “Informe sobre la salud en el mundo: transformando la salud mental para todos”, la OMS resalta que en la mayor parte del mundo el enfoque de la atención sanitaria sigue siendo el mismo y los problemas de salud mental siguen cobrándose un alto precio en la vida de las personas, mientras que los sistemas y servicios de salud mental siguen estando mal equipados para satisfacer las necesidades de la gente.

Continuar actuando como siempre no es el camino a seguir, cuando aún existen amenazas globales a la salud mental que dificultan el progreso hacia la mejora del bienestar, como las crecientes desigualdades sociales y económicas, los conflictos prolongados, la violencia y las emergencias de salud pública.

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¿Cómo lograr una transición exitosa hacia el cero neto en Latinoamérica?

Foto de Markus Spiske en Unsplash

La crisis climática, la pérdida de la biodiversidad o la contaminación no son exclusivas de países o regiones, sino que golpean en todos los lugares aunque de desigual manera. Sus efectos se ceban con aquellos lugares que ya son vulnerables por sí mismos y en los que las economías y las sociedades están más castigadas.

Ese es el caso de los países de América Latina y el Caribe en los que se espera que para 2030 los impactos socioeconómicos del cambio climático sean iguales o peores a los  que causó la pandemia de la Covid-19 en 2020, con un aumento en la pobreza extrema hasta un total de 86 millones de personas.

Ante este horizonte, once países de la región se han comprometido a lograr cero emisiones netas, la mayoría de ellas para mediados de siglo. Esa transición a una economía neutral en carbono puede beneficiar a la región con 15 millones de empleos nuevos netos y un 1 % de crecimiento adicional del PIB para 2030.

Estas economías deberán redirigir entre el 7 % y el 19 % del PIB (hasta 1,3 billones de dólares) al año de su gasto público y privado hacia soluciones climáticas. Para ello, el financiamiento internacional jugará un rol fundamental, aunque se considera que será insuficiente.

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