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Aunque desgraciadamente todavía a nuestro alrededor más inmediato hay demasiadas personas que pasan hambre, la mayoría de los habitantes del primer mundo estamos acostumbrados a no preocuparnos mucho por qué llevarnos a la boca.
Tenemos comida variada y en abundancia a nuestro alcance y generalmente a un precio asequible si no nos damos lujos.
Tanta facilidad para obtener comida hace que una gran parte de la sociedad no esté realmente concienciada sobre el desperdicio alimenticio y no lo vea como un grave problema a resolver. Y sí es un gran problema.
La alimentación forma parte de la primera jerarquía de las necesidades humanas en la pirámide de Maslow, las llamadas primordiales, y alcanzar una cobertura de esas necesidades a nivel global no es desde luego algo sencillo, y mucho menos lo será en un futuro próximo con el aumento de la población del planeta que llevará a los sistemas naturales al límite.
Se estima que para 2050 la producción de alimentos tendrá que haber aumentado en un 60% sobre los niveles de 2005 para alimentar a la creciente población mundial.