Da igual en el idioma en que la pronunciemos, la confianza es aquello en lo que se basan las relaciones exitosas.
Durante esta pasada semana he tenido la oportunidad de acudir a dos eventos en los que la palabra y el concepto de confianza salió a la palestra, y ambos eventos trataban el tema de la RSC.
El primero de ellos fue la Jornada sobre Dilemas Éticos organizada por el Colectivo de Profesionales de Consultoría en Responsabilidad Social y Sostenibilidad (RS&S), y en la que, entre otras actividades, se debatieron casos hipotéticos que se podía encontrar un consultor de RSC en el ejercicio de su actividad y que podrían chocar con el Código Deontológico que se promueve desde ese colectivo. En el grupo en el que me tuve el placer de debatir se nos asignó el dilema que puede existir para un consultor cuando un cliente con el que trabaja a menudo y que confía en él, le solicita un nuevo servicio que el consultor no domina. Después de debatir sobre el caso, llegamos a la conclusión que la mejor opción para solucionar el dilema (por encima de otras basadas por ejemplo en ofrecer un servicio no excelente con tal de no perder el cliente) era aquella que establecía una relación de confianza con una empresa que era competencia del consultor y que para este caso colaboraría con él, y que hacía además que la confianza que la empresa cliente tenía puesta en este consultor se viera reforzada. Era una solución con la que todos los actores implicados salían ganando.