cambio climático, economía circular, educación, sostenibilidad, tendencias, urbanismo

¿Qué pasa cuando reciclaje y movilidad sostenible son mal entendidos? El ejemplo de Barcelona

Fuente: Albert Vilariño

Las iniciativas tanto para mejorar el reciclaje de los desperdicios que generamos como para lograr una movilidad más sostenible son del todo necesarias, pero no a cualquier precio ni tampoco haciéndolo como si un elefante entrara en una cacharrería.

En la ciudad de Barcelona, la ciudadanía estamos sufriendo los efectos de experimentos del Ayuntamiento que nos acaban transportando a épocas medievales o que directamente en lugar de ofrecer una seguridad extra acaban suponiendo justamente lo contrario.

Me refiero, en primer lugar, a la implantación de un sistema que, sobre el papel, debería promocionar la recogida selectiva de residuos tanto de negocios como de particulares y basado en la realización de una selección de dichos residuos  en base a si son (a grandes rasgos) orgánicos, de vidrio, de papel o cartón, plástico o de otro tipo.

¿A priori suena bien, no? ¿Quién, mínimamente concienciado por la sostenibilidad, no querría una mejora del reciclaje de sus desperdicios? 

Probablemente todos diríamos que adelante con la idea ya que muchos de nosotros ya hacíamos esa selección de los residuos con anterioridad, y un buen sistema haría que otros se animaran. Pero lo que están empezando a hacer en el barrio de Sant Andreu, tras haberlo implementado anteriormente en el de Sarrià Vell, en lugar de promocionar el reciclaje está consiguiendo no solo el enfado de los vecinos sino también un sentimiento anti reciclaje entre muchos de ellos.

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Ruido, la contaminación de la que nadie habla

Photo by shun idota on Unsplash

Estamos acostumbrados a utilizar la palabra contaminación en contextos ambientales casi únicamente en el sentido de la introducción de materiales nocivos en el medio ambiente, dejando otros tipos de contaminación en segundo plano. 

El día 28 de abril se conmemora el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, que pretende poner de relieve la importancia de la reducción de la contaminación acústica, entendiéndose por ella la exposición regular a niveles sonoros elevados que pueden provocar efectos adversos en los seres humanos u otros organismos vivos.

Según la Organización Mundial de la Salud, los niveles sonoros inferiores a 70 dB no son perjudiciales para los organismos vivos, independientemente de la duración o la constancia de la exposición. Sin embargo, la exposición durante más de 8 horas a un ruido constante de más de 85 dB sí puede ser peligrosa.

La exposición a ruidos de elevada intensidad se ha relacionado siempre con la pérdida de audición, pero los efectos potenciales de la contaminación acústica sobre la salud son numerosos, generalizados, persistentes y médica y socialmente significativos. El ruido produce efectos adversos directos y acumulativos que perjudican la salud y degradan los entornos residenciales, sociales, laborales y de aprendizaje, con las correspondientes pérdidas reales (económicas) e intangibles (de bienestar).

Entre esos efectos están el estrés, los problemas cardiovasculares, la depresión, las perturbaciones del sueño, los daños al sistema nervioso, o el bajo rendimiento laboral, por citar algunos.

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¿Cómo lograr ciudades bajas en emisiones de carbono?

Photo by Bart Jaillet on Unsplash

A medida que el mundo se enfrenta a reveses económicos, sanitarios y sociales debido a la pandemia de la Covid-19, las soluciones que resuelven múltiples problemas son más importantes que nunca y pueden maximizar los recursos limitados.

Un caso en el que se puede aplicar la máxima anterior es en el de la reducción de emisiones de CO2 de nuestras ciudades. Aunque las ciudades cubren solo el 3% de la superficie terrestre, consumen el 78% de la energía primaria del mundo y generan más del 70% de las emisiones de carbono, principalmente a través de los edificios, la energía y el transporte. 

En la actualidad, el 54% de la población mundial vive en ciudades, un porcentaje que se prevé que aumente hasta el 68% en 2050. Para mantener el aumento de la temperatura global en 1,5 º C o menos, las ciudades tienen que conseguir que sus emisiones sean nulas a mediados de siglo. 

Publicado días antes de la cumbre de Davos del pasado mes de enero, el informe del World Economic Forum (WEF) titulado “Net Zero Carbon Cities: An Integrated Approach” proporciona un marco global para lograr ciudades bajas en emisiones de carbono y recomienda un enfoque energético integrado, definido como «eficiencia sistémica», como solución a la actual crisis medioambiental, económica, sanitaria y social. 

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Asfixia por turismo.

Photo by Federico Giampieri on Unsplash

Diferentes enclaves turísticos de todo el mundo se encuentran con múltiples problemas derivados del gran número de visitantes que reciben, y no parece que la cosa vaya a ir a menos.

Muchas ciudades y lugares de especial interés vienen padeciendo un turismo excesivo desde hace varios años, pero es en 2017, año declarado por las Naciones Unidas como el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, cuando se están oyendo más y más voces a favor de su regulación, para favorecer la vida de los autóctonos, la convivencia con los visitantes y el respeto por los lugares visitados.

Según el Secretario General de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Taleb Rifai, con la celebración de este Año Internacional dedicado al turismo nos encontramos ante “una oportunidad única para ampliar la contribución del sector del turismo a los tres pilares de la sostenibilidad (económico, social y del medio ambiente), así como para aumentar la concienciación sobre las verdaderas dimensiones de un sector que se suele infravalorar”.

 

Sostenibilidad, ¿dónde estás?

Muchas veces hablamos o pensamos sobre el turismo sostenible y lo que nos viene a la cabeza es realizar viajes a lugares lejanos respetando su naturaleza y a sus gentes, hospedándonos en hoteles sostenibles, haciendo el mínimo consumo necesario de sus recursos, conociendo en profundidad sus culturas, comprando productos y excursiones a los lugareños en lugar de a empresas fomentando el desarrollo local, y todas esas cosas.

Pero cada vez más, a muchos lo de turismo sostenible está dejando de hacernos soñar y  transportarnos a lugares lejanos e idílicos, y nos está haciendo poner los pies en la tierra y pensar en lo que tenemos a escasos metros de donde estamos viviendo.

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¿Urbanismo sostenible? La superisla de la discordia.

superilla-poblenou

La ciudad de Barcelona ha dado un paso más en la implantación del urbanismo sostenible, no exento de problemas y polémicas.

El pasado 5 de septiembre se puso en funcionamiento la primera superilla (en castellano superisla o también supermanzana, urbanísticamente hablando) en el barrio de Poble Nou, un hecho que no ha dejado indiferente prácticamente a nadie.

Su creación prácticamente ha polarizado a los habitantes y usuarios y prestadores de servicios de la zona en dos bandos. Hay unos que están encantados con la medida y la disfrutan y hay quienes padecen sus consecuencias y demandan que la superisla sea reconsiderada o directamente se anule y se vuelva a dejar la zona tal y como estaba.

Qué bando es mayoritario lo desconozco, pero al menos, como pasa casi siempre, los que están en contra son los que más se dejan oír y así se ha podido corroborar en los medios informativos de la ciudad.

Y este es un debate que en un futuro tendrá aún más relevancia a medida que se extiendan esas superislas a otras partes de la ciudad tal y como está programado, comenzando esa expansión en 2017. La de Poble Nou no deja de ser un “proyecto piloto” según el Ayuntamiento.

 

Pero… ¿qué es una superisla?

Según la web del Ayuntamiento de Barcelona dedicada a las Smart Cities, una superisla es “una unidad territorial más pequeña que un barrio pero mayor que una isla o manzana de casas, con calles pacificadas donde se están haciendo actuaciones urbanísticas y medioambientales”.

Se trata de acotar una serie de calles, dentro de las cuales reducir el paso de vehículos a la vez que se transforma la configuración de las mismas, consiguiendo unas zonas más sostenibles desde el punto de vista ambiental y que generen espacios para el disfrute de la ciudadanía y el establecimiento de lo que podríamos llamar “sinergias sociales”.

El Ayuntamiento dice que los objetivos principales de estas transformaciones urbanísticas son, sobre el papel:

  • Conseguir una movilidad más sostenible.
  • Revitalizar el espacio público.
  • Fomentar la biodiversidad y el verde urbano.
  • Fomentar el tejido social y la cohesión.
  • Impulsar la autosuficiencia en el uso de recursos.
  • Integrar los procesos de gobernanza.

Todos estos objetivos son muy loables y deseables, ¿pero se cumplen realmente en la definición y el funcionamiento de la superisla de Poble Nou a día de hoy?

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