
Cuando parecía que ya habíamos pasado lo peor de la pandemia y se percibía una cierta tranquilidad no sólo en la sociedad sino a nivel empresarial, la guerra en Ucrania nos ha dado otra nueva ración de realidad y nuevos motivos de preocupación para todos.
Recuerdo haber escrito hace dos años sobre si la pandemia era un cisne negro y el porqué de serlo. Ahora nos encontramos con otro acontecimiento, una guerra que no se puede calificar como de cisne negro (ya que desgraciadamente conflictos militares ha habido y sigue habiendo muchos en muchos lugares del mundo de manera continua), pero que muy poca gente esperaba y que, si las negociaciones no llegan a buen puerto, podría convertirse en una tercera guerra mundial.
Dejando de lado el plano humano, terrible como no puede ser de otra manera en una guerra, a nivel económico estamos notando en Europa y en otras partes del mundo las consecuencias de la dependencia de Rusia sobre todo en el ámbito energético. Además, un conflicto tan desestabilizador provoca tensiones de todo tipo en la actividad empresarial y por ende en todas las bolsas y foros económicos.
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