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Confianza, trust, confiance, konfido…

 

trust

Da igual en el idioma en que la pronunciemos, la confianza es aquello en lo que se basan las relaciones exitosas.

Durante esta pasada semana he tenido la oportunidad de acudir a dos eventos en los que la palabra y el concepto de confianza salió a la palestra, y ambos eventos trataban el tema de la RSC.

El primero de ellos fue la Jornada sobre Dilemas Éticos organizada por el Colectivo de Profesionales de Consultoría en Responsabilidad Social y Sostenibilidad (RS&S), y en la que, entre otras actividades, se debatieron casos hipotéticos que se podía encontrar un consultor de RSC en el ejercicio de su actividad y que podrían chocar con el Código Deontológico que se promueve desde ese colectivo. En el grupo en el que me tuve el placer de debatir se nos asignó el dilema que puede existir para un consultor cuando un cliente con el que trabaja a menudo y que confía en él, le solicita un nuevo servicio que el consultor no domina. Después de debatir sobre el caso, llegamos a la conclusión que la mejor opción para solucionar el dilema (por encima de otras basadas por ejemplo en ofrecer un servicio no excelente con tal de no perder el cliente) era aquella que establecía una relación de confianza con una empresa que era competencia del consultor y que para este caso colaboraría con él, y que hacía además que la confianza que la empresa cliente tenía puesta en este consultor se viera reforzada. Era una solución con la que todos los actores implicados salían ganando.

El segundo evento al que acudí fue la 3ª Jornada de RSC del Colegio de Censores Jurados de Cuentas de Catalunya (CCJCC). En él, los ponentes pusieron de manifiesto la necesidad de actuar con transparencia, ya que para transmitir confianza es condición indispensable ser transparente. Se recalcó la importancia que la confianza tiene a la hora de reducir riesgos empresariales, de decidir invertir en las empresas, de llevar a cabo una buena comunicación corporativa tanto interna como externa, de establecer las bases de gobiernos corporativos, y también a un nivel más macro como moneda de cambio con mercados extranjeros. Se hizo mención de la necesaria formación en valores que debería tener un directivo para ser calificado de responsable, mostrando un comportamiento ético más allá de códigos y demás herramientas de su empresa, siendo de esta manera transparente y ejemplar. Ese directivo responsable también debería conseguir que los grupos de interés estén satisfechos/contentos con su relación con la empresa, y ser capaz de afrontar la complejidad y los cambios recientes de paradigma, integrando nuevos elementos en la generación de valor de su organización.

En definitiva, tanto da si hablamos en sentido económico, empresarial, laboral, en relaciones de amistad o afectivas, o en cualquier otro sentido. Si no existe la confianza en la/s otra/s parte/s es muy probable que la relación fracase o que como mínimo no sea lo excelente que pudiera llegar a ser. La realización de una buena RSC en las organizaciones es una herramienta fundamental para que se establezca esa confianza con todos los grupos de interés, y ello ayudará a conseguir una mejora de la reputación corporativa y también a un aumento de los resultados económicos. Una RSC que sea real, tangible, y creible, porque de lo contrario ya sabemos lo que les pasa a las empresas cuya realidad distaba de aquello que decían que estaban haciendo.

Recordemos que…

 “La confianza, como el dinero, es difícil de ganar pero muy fácil de perder”  J. Polux.

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