
El primer informe sobre la brecha de la circularidad, presentado en enero de 2018 durante el Foro Económico Mundial de Davos, presentó la alarmante estadística de que la economía mundial era sólo un 9,1% circular (véase Solo el 9% de la economía es circular), una situación que no ha mejorado hasta la fecha.
Se acaba de presentar, por parte The Circle Economy, la quinta edición del “The circularity gap report”, y esos cinco años de informes sobre la brecha de circularidad han revelado lo lineal que es nuestro mundo: en 2020 solo hemos devuelto al ciclo de producción el 8,6 % de lo que hemos usado, lo que deja una enorme brecha de circularidad de más del 90% y un empeoramiento de 0,5 puntos respecto a 2018.
Entre las Conferencias de Partes (COP) de París y Glasgow, la economía mundial ha consumido más de medio billón de toneladas de materiales vírgenes, representando un 70% más de lo que la Tierra puede reponer anualmente.
Mientras que el Acuerdo de París de 2015 aumentó la ambición mundial con un acuerdo sobre compromisos climáticos vinculantes, la COP26 de Glasgow fue un «frágil triunfo» para el clima, en palabras del Presidente de la COP26, Alok Sharma.
Sin embargo, se puede decir que desde 2015 se ha avanzado en tres aspectos: el reconocimiento de la necesidad de poner fin a los combustibles fósiles, el establecimiento de nuevas normas para los mercados de carbono y algunos avances en un mecanismo para que las naciones más ricas paguen por sus contribuciones históricas al cambio climático.
Pero aún queda mucho por hacer, por lo que el Foro Económico Mundial de Davos que se realizará en mayo será un momento clave para avanzar en la agenda antes de la COP27 en Egipto, a finales de 2022.
La conexión entre la circularidad y el cambio climático
Solo en 2019, se emitieron 59.100 millones de toneladas de gases de efecto invernadero (GEI) para satisfacer nuestras necesidades y deseos a nivel mundial.
De forma anual durante la última década, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) ha puesto de relieve la brecha de emisiones, que evalúa el nivel de GEI que se emitirá si seguimos por la senda habitual que incluye las actuales contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC’s), en comparación con el nivel que debemos limitar las emisiones para mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 grados.
La brecha de emisiones a la que se refiere el informe de The Circle Economy se define en referencia a una proyección de 1,5 grados que debe alcanzarse en 2032, cumpliendo así el objetivo de mantenerse muy por debajo de los 2 grados de calentamiento tal y como se especifica en el Acuerdo de París.
Al analizar e ilustrar cómo 59.100 millones de toneladas de emisiones fluyen a lo largo y ancho de las cadenas de valor mundiales, el informe llega a un profundo conocimiento de los factores que impulsan las emisiones mundiales y de las necesidades y deseos de la sociedad que generan la mayor parte de las emisiones, y que se reparten, a grosso modo, en seis categorías en las cuales se debe implementar sin falta la economía circularidad: movilidad, vivienda, nutrición, comunicaciones, consumibles y cuidado de la salud.
Prosperidad y mayor impacto medioambiental no deberían ir de la mano
Según el informe, se debe aplicar una lente social a la transición de la economía circular para que no perpetúe los mismos errores de la economía lineal. Solo entonces se podrá alcanzar realmente un mundo socialmente justo y ecológicamente seguro.
En ese sentido, existe una curva de desarrollo de los países que se puede calificar de pronunciada: a medida que los países se vuelven más prósperos y construyen mejores sistemas económicos que puedan satisfacer las necesidades de sus poblaciones, como la educación y la sanidad, su impacto medioambiental también aumenta.
Todos los países existen en un espectro medido en dos dimensiones: el índice de desarrollo humano y la huella ecológica (que mide la demanda de la humanidad sobre los ecosistemas).
En un mundo ideal, todos los países deberían tener una buena puntuación en el desarrollo humano y una baja huella ecológica, es decir, cubrirían las necesidades de sus ciudadanos dentro de los medios del planeta. Algunos países están cerca y otros están lejos de lograrlo. Cada uno parte de un punto diferente en el mapa, pero todos tienen una distancia que recorrer.
Según los autores del informe, la economía circular puede ayudar a acortar la distancia que separa a los países, pero el camino para conseguirlo puede ser muy diferente para las distintas partes interesadas y naciones.
En el documento se destacan los papeles que empresas, ciudades y países, tienen para lograr un mundo más circular.
Las empresas tienen el poder de reimaginar los productos, los servicios, los envases y las experiencias, y de participar en la colaboración dirigida por las empresas y en la innovación disruptiva. Esto es algo fundamental para construir una economía circular que beneficie a toda la sociedad.
A su vez, las ciudades son centros de innovación, fabricación y negocios, y tienen un gran potencial para cambiar la forma en que se gestionan los recursos para lograr múltiples beneficios para las personas y el planeta.
Finalmente, los países son los principales agentes de cambio para la transición circular. Tienen el mandato de desarrollar la legislación nacional, pueden crear un entorno propicio e incentivos para impulsar la transición, y son los principales actores en la coordinación supranacional y multilateral. Como principales inversores en infraestructuras, edificios y activos públicos, su estrategia de adquisición puede poner en marcha la circularidad a escala.
Tres pilares y veintiuna soluciones para cambiar la situación
La COP de Glasgow no ha conseguido convertir la política en práctica ni las palabras en acción: los meses que preceden a la COP27 en Egipto son, por tanto, fundamentales para avanzar en la agenda.
A finales de este año, los países se reunirán en Sharm El Sheikh para presentar sus objetivos reforzados de reducción de emisiones.
A través de las diferentes ediciones de este informe, se ha puesto de relieve el problema de las emisiones y también diferentes soluciones que reducirán las emisiones y el uso de materiales, limitarán el calentamiento y facilitarán un espacio cada vez más seguro y justo para la humanidad.
Estos cambios abarcan tres pilares fundamentales: la tecnología digital, la métrica y la medición y las consideraciones sociales, y también representan las contribuciones clave de la economía circular para acelerar la transición circular.
Las herramientas digitales basadas en conjuntos de datos completos estimulan el intercambio de conocimientos y la innovación a un ritmo exponencial. Las instituciones estadísticas mundiales y los gobiernos deben dar prioridad a la recopilación frecuente y racionalizada de datos, tanto a nivel macro como micro. También deben colaborar con las empresas para que los datos del sector privado estén disponibles para la toma de decisiones circulares y los análisis de impacto del sector público.
Estas herramientas pueden permitir la generación de conocimientos e ideas a lo largo de las etapas de la transición de la economía circular para explorar lo que está sucediendo actualmente, buscar oportunidades relevantes y actuar en consecuencia.
En referencia al segundo pilar, si no medimos, no podemos seguir el progreso de forma significativa, ni podemos localizar en última instancia dónde están las vías más impactantes.
El uso de datos para medir y seguir el rendimiento circular en todos los sectores, empresas, ciudades y países permitirá a los actores establecer objetivos, revisar, medir y comparar el rendimiento. También les permitirá hacer un seguimiento de los avances en relación con sus ambiciones u objetivos sostenibles y circulares y formular vías prácticas adaptadas a los contextos locales.
Dentro del tercer pilar, es necesaria una perspectiva social para garantizar que la transición sea segura y justa. Una economía circular holística que aplique una perspectiva social a todas sus actividades puede ayudarnos a apoyar varios Objetivos de Desarrollo Sostenible, desde la erradicación del hambre y la mejora de la salud y el bienestar hasta la energía asequible con bajas emisiones de carbono, y la oportunidad de un trabajo decente y el crecimiento económico.
Las posibles consecuencias de una solución circular deben medirse para garantizar que la transición sea segura y justa para todos y que se gestionen los posibles puntos ciegos de la economía circular.
El informe de The Circle Economy propone un total de veintiuna soluciones repartidas en las seis necesidades y deseos de la sociedad ya mencionados anteriormente.
Por ejemplo, dentro de la categoría de movilidad, se propone el uso de estrategias como el car sharing, la construcción de vehículos que duren más, sean más ligeros o que sean reciclados fácilmente al final de su vida útil.
En cuanto a consumibles, se recomienda la fabricación de bienes más duraderos, diseñados con el objetivo de ser eficientes en su uso, con menor uso de plástico y químicos en su fabricación, y con una mayor proporción de elementos reciclables.
Otros ejemplos repartidos en las cuatro categorías restantes son el diseño eficiente en cuanto a tecnologías de comunicación e información, la producción de comida sostenible, el incremento de la vida útil de las viviendas, o la construcción llevada a cabo con materiales reciclados, entro otros.
Nota: Artículo previamente publicado en Revista Haz el 7-2-22.