
En el mes de octubre me contactó Àlvar Hernández para dar mi opinión en el artículo “Los españoles más ricos: menos ricos, pero más solidarios”, publicado dentro del número 78 de la revista Forbes perteneciente al mes de noviembre-diciembre de 2020.
Dicho artículo versa sobre la filantropía personal de los dueños o accionistas mayoritarios de las empresas y de la responsabilidad social de éstas últimas.
De nuevo, se señala en el artículo la diferencia entre filantropía y RSC. Aunque la filantropía puede formar parte de las estrategias de RSC de una empresa, ésta última va mucho más allá que un simple gesto filantrópico. La filantropía trata de lograr cambios social mediante la realización de generosas contribuciones económicas, mientras que la RSC es mucho más amplia y trata de minimizar o eliminar los impactos negativos que la actividad que las empresas tienen en los grupos de interés, mientras tratan de maximizar aquellos positivos.
Dentro de una estrategia de RSC hay lugar para la filantropía, pero la filantropía por sí sola no es RSC. La RSC no trata sobre cómo la empresa gasta el dinero que gana, sino cómo lo está ganando. La filantropía entraría de lleno en cómo se están gastando los beneficios de una empresa, tanto si se hace a título empresarial, como si es a título individual por parte de sus dueños o accionistas.
La RSC es una forma de gestión que aporta a las empresas numerosas ventajas. Todos los grupos de interés de la empresa pueden verse beneficiados de una gestión socialmente responsable, desde los empleados, pasando por los clientes y proveedores, hasta llegar a las propias comunidades locales de los lugares en los que la empresa opera, por citar algunos. Y toda esa mejora en las condiciones de esos grupos de interés, y en las del medio ambiente, la sociedad y la economía revierte positivamente en la empresa.
Por su parte, la mejora de la marca personal del empresario debida a sus acciones filantrópicas es innegable, aunque siempre existen, para una parte de la sociedad, suspicacias de si esas acciones se realizan por convencimiento real o tienen como fin el ahorro de impuestos o el “lavado de cara” del donante, sobre todo si éste es dueño o gran accionista de una empresa que se vale de triquiñuelas para pagar menos impuestos y/o cuya RSC es mejorable.
Por último, en el artículo también se señala que la pandemia mundial de Covid es una gran oportunidad para que las empresas realicen una RSC más auténtica y genuina, que contribuya a corto plazo a abordar los urgentes desafíos sociales y ambientales que acechan al planeta, y que, como resultado, construya una relación más sólida con sus grupos de interés.
En las actuales políticas de RSC están ganando prioridad los clientes y empleados y, por tanto, se priorizan temas como la salud y seguridad de empleados y clientes, la digitalización y la realización de una comunicación eficiente que construya confianza y reputación.
Mientras, la filantropía tanto individual, empresarial como institucional ha sido receptiva a la situación y se ha movilizado de manera ágil y comprometida. Se ha invertido más en comunidades locales y se han establecido alianzas para llegar más lejos y más rápido con las donaciones.