
Foto de Mike Erskine en Unsplash
La actual sequía que padece nuestro país muestra como cada vez más las consecuencias del cambio climático son cada vez más palpables en nuestra vida diaria, y pone de relieve la necesidad apremiante de realizar una gestión responsable del agua, tanto a nivel político como empresarial o privado.
El archiconocido y nombrado refrán de “en abril, aguas mil” está perdiendo su, llamémosle, vigencia a tenor de los datos de los últimos años. Pero ya no sólo es el mes de abril en el que se registran pocas precipitaciones en comparación con series estadísticas sino que, en general, llueve cada vez menos.
Según la Agencia Española de Meteorología (AEMET) el pasado mes de marzo ha sido el segundo marzo más seco del siglo, y no hay previsiones de mejora en los siguientes dos meses. La grave sequía que afecta a más de media España se agudiza y el campo y muchas poblaciones de las zonas más afectadas, como Cataluña o Andalucía, están notando sus efectos.
El estado de los embalses no es, a su vez, para nada bueno ya que a nivel nacional está a un 43% de su capacidad, 20 puntos por debajo de la media de la última década, y con lugares en los que los niveles están en mínimos.
A raíz de esto, la Agencia Catalana del Agua ha advertido que es posible que se produzcan cortes de agua en ciudades como Barcelona a finales de este año, situación que se agravará si continúa la sequía entre 2023 y 2024. Las sequías suelen durar cuatro años y para superarlas es necesario que llueva por encima de la media durante al menos dos años, algo que parece poco probable y podría llegar a suceder que, debido al cambio climático, los episodios de sequía puedan prolongarse hasta ocho años, lo cual, según los modelos climáticos, sí es muy probable.
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