
El blockchain, ese palabro relativamente reciente y mayormente desconocido para la mayoría de todos nosotros, empieza a ser en la actualidad y lo será más en un futuro, protagonista de debate en cuanto a los pros y los contras que tiene respecto a la sostenibilidad.
Detrás de esa denominación, que traducida al español sería cadena de bloques, se encuentra una tecnología sobre todo conocida por ser la que está detrás del funcionamiento de las llamadas criptomonedas, entre las cuales la más famosa es el Bitcoin.
Pero dicha tecnología va más allá de las criptomonedas y puede hacerse servir en diferentes campos, muchos de los cuales relacionados con la mejora de la sostenibilidad, tal y como ya comentamos en esta revista en el artículo “‘Blockchain’: un mundo de utilidades para la sostenibilidad”.
Entre los beneficios de la cadena de bloques estaba, por ejemplo, la transparencia e inmutabilidad de los datos, la desintermediación en los procesos llevados a cabo, o los costes más bajos y transacciones más rápidas.
Esos beneficios se traducirían en utilidades como el tener un reporting de sostenibilidad y cadena de suministros más controlados, mayor transparencia en las donaciones a ONG’s, su aplicación a los créditos de carbono para crear una «moneda de carbono», u otras grandes posibilidades de la tecnología en la creación de nuevas iniciativas en materia de sostenibilidad.
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