La disolución de la Alianza Bancaria Net-Zero (NZBA) marca el fin de una etapa en la sostenibilidad financiera. Mientras los compromisos voluntarios pierden tracción a nivel global, Europa avanza hacia un modelo más regulado, donde los riesgos ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) se integran en la gobernanza y la gestión prudencial del sistema bancario.
La Alianza Bancaria Net-Zero (NZBA), una coalición global de bancos respaldada por la ONU comprometida con la neutralidad de carbono, ha anunciado el cese inmediato de sus operaciones. Este sorpresivo desenlace pone fin a las actividades de la alianza, que desde 2021 buscaba alinear las carteras de préstamos e inversiones bancarias con los objetivos de emisiones netas cero para 2050.
La decisión se produce tras una serie de salidas de alto perfil por parte de sus miembros y una votación interna que redefine la naturaleza de la alianza: de un compromiso colectivo estructurado a un esquema abierto de orientación voluntaria para la banca en transición. En otras palabras, la NZBA dejará de funcionar como una alianza formal y sus recursos pasarán a servir como guía de referencia disponible para cualquier institución financiera interesada en la transición climática.
La Alianza se lanzó en abril de 2021 como parte de la Iniciativa Financiera del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP FI). En sus inicios reunió a 43 bancos fundadores, cifra que rápidamente creció a cerca de 150 entidades de unos 40 países para 2024, con activos por más de 70 billones de dólares bajo gestión.
El propósito central de la alianza era catalizar la acción climática en el sector bancario: los miembros se comprometían a alinear sus emisiones financiadas (es decir, las derivadas de sus préstamos e inversiones) con trayectorias de cero neto a más tardar en 2050. Esto implicaba establecer objetivos intermedios para 2030, especialmente en sectores intensivos en carbono, e ir reduciendo la huella de carbono de sus carteras crediticias a corto y medio plazo.
Para asegurar credibilidad, la NZBA funcionaba bajo principios comunes y con transparencia en el seguimiento de los avances. En octubre de 2024 publicó una nota de apoyo sobre actividades de mercados de capitales, que ampliaba el alcance a las operaciones de emisión de deuda y capital, además de los préstamos tradicionales. Con ello, los bancos debían no solo fijar metas de descarbonización para sus carteras de crédito, sino también orientar sus operaciones en los mercados de capital hacia los objetivos de cero neto. Estas directrices pretendían elevar el estándar del sector financiero y dar coherencia a los esfuerzos individuales de cada entidad.
Salidas masivas y presiones políticas
A pesar del ambicioso compromiso inicial, la NZBA comenzó a fracturarse a finales de 2024 por el clima político adverso, especialmente en Estados Unidos. Tras la reelección de Donald Trump con una agenda abiertamente favorable a los combustibles fósiles, varios bancos norteamericanos de primer nivel anunciaron su retirada de la alianza. En cuestión de semanas, seis de los mayores bancos de EE. UU. se desvincularon antes incluso de la toma de posesión del nuevo presidente.
Los analistas señalaron que estos movimientos buscaban anticiparse a las presiones anti-ASG de políticos republicanos, quienes venían criticando las iniciativas climáticas corporativas y advirtiendo de posibles infracciones antimonopolio. Según esa narrativa, una acción coordinada de los grandes bancos para dejar de financiar a industrias contaminantes podría interpretarse como un boicot contra determinados sectores. Esta ofensiva forma parte de una campaña política más amplia contra las estrategias de inversión ASG emprendida en Estados Unidos, que ha incluido amenazas de sanciones y litigios contra entidades financieras.
La salida de los gigantes de Wall Street desencadenó un efecto dominó. A principios de 2025 también abandonaron la NZBA varios bancos canadienses y japoneses. En julio de 2025, HSBC se convirtió en el primer banco británico en salir, seguido pocas semanas después por Barclays. Para agosto de 2025, con la retirada de la mayoría de los bancos globales, la NZBA había perdido masa crítica.
Intentos de adaptación y decisión final
Con el éxodo en marcha, la NZBA trató de adaptarse. En abril de 2025, los bancos restantes acordaron suavizar ciertos requisitos, eliminando la obligación explícita de alinear todas las actividades con la meta de limitar el calentamiento a 1,5 °C. Esta flexibilización buscaba reducir el riesgo de acciones legales y ofrecer a los miembros más libertad en sus estrategias.
Aunque esos cambios lograron pausar temporalmente las renuncias, no restauraron la confianza. A finales de agosto de 2025 la alianza suspendió sus actividades a la espera de una decisión colectiva, y en septiembre los bancos votaron transformar la NZBA de una alianza formal a un marco voluntario. En octubre de 2025 se anunció oficialmente el cese inmediato de sus operaciones. Según UNEP FI, los recursos y guías elaborados seguirán públicos para que cualquier entidad los utilice en sus planes de transición hacia el cero neto. En esencia, la estructura de gobernanza y seguimiento se disuelve, pero permanece un legado de directrices globales para la banca alineada con el Acuerdo de París.
Implicaciones para la sostenibilidad y el sector financiero
La disolución de la NZBA plantea interrogantes sobre el futuro de la banca sostenible y las estrategias de lucha contra el cambio climático lideradas por el sector privado. Para muchos observadores, representa un retroceso en la rendición de cuentas de los bancos sobre sus compromisos climáticos. Sin embargo, otros interpretan el cambio como una evolución estratégica, adaptada a una realidad política y económica más compleja.
El caso de la Alianza refleja un fenómeno más amplio: otras alianzas climáticas financieras, como la Net-Zero Insurance Alliance y la Net Zero Asset Managers Initiative, han sufrido destinos similares, y la propia Glasgow Financial Alliance for Net Zero (GFANZ) está en proceso de reestructuración. Todo ello indica que el impulso climático en las finanzas debe evolucionar hacia modelos más integrados con la política pública y los marcos regulatorios.
Este cambio de ciclo ya se deja ver en Europa. Mientras la NZBA se disuelve, la Autoridad Bancaria Europea avanza justo en la dirección contraria: su reciente borrador de Guidelines on Internal Governance sitúa los riesgos ASG al mismo nivel que el crédito o la liquidez, obligando a los bancos a integrarlos en su cultura de riesgos y en las responsabilidades del consejo. La coincidencia temporal entre ambos procesos simboliza el tránsito de un modelo basado en alianzas voluntarias globales a otro sustentado en supervisión y cumplimiento obligatorio.
Desde una óptica de gestión empresarial sostenible, la experiencia deja dos lecciones principales: las instituciones financieras deben equilibrar sus objetivos ambientales a largo plazo con las presiones políticas y de mercado a corto plazo, y la transición hacia la sostenibilidad requerirá mecanismos más sólidos que complementen o sustituyan las alianzas voluntarias, como estándares regulatorios comunes, incentivos públicos y una mayor exigencia de transparencia por parte de inversores y clientes.
En definitiva, el cese de la Alianza Bancaria Net-Zero marca un hito importante en la ruta hacia una economía descarbonizada. Aunque simboliza la dificultad de mantener esfuerzos colectivos frente a vientos políticos contrarios, no significa el fin de la banca sostenible. Las guías desarrolladas por la NZBA permanecen disponibles y muchos bancos han reiterado su compromiso con la neutralidad de carbono, ajustando sus propias estrategias nacionales.
