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¿Extinguirnos sería la solución ideal para nuestro planeta?

Foto de Andrey Metelev en Unsplash

Una búsqueda de información, digamos que normal y hasta anodina, sobre energías renovables y estrategias de conservación en internet,  se transformó rápidamente en el descubrimiento de una filosofía que me dejó un tanto contrariado, sobre todo por la fuerza que transmite el nombre del movimiento que la promueve.

Este encuentro no fue algo que busqué deliberadamente, sino más bien un hallazgo fortuito que surgió de un enlace a otro, un testimonio de cómo la vastedad de internet puede llevarnos de la familiaridad a territorios completamente desconocidos en cuestión de pocos “clics”.

¿Qué es lo que encontré, se preguntará el lector? Pues ni más ni menos que la existencia del Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria. Inicialmente, la mera existencia de un grupo dedicado a la promoción de la extinción humana me pareció absurda, incluso alarmante. Suena directamente a acabar con la población del planeta de una forma o de formas expeditivas. Seguro que cada lector imaginará más de una. 

Además, ¿cómo podría alguien abogar por la desaparición de nuestra propia especie como solución a los problemas ambientales? Sin embargo, en lugar de descartar de inmediato este movimiento como una extravagancia marginal, algo dentro de mí insistió en dedicar algo de mi tiempo para tratar de entender el por qué detrás de tan radical postura. 

Siempre he pensado que podemos y debemos encontrar maneras de vivir en armonía con nuestro planeta, y la existencia de este movimiento planteaba una interrogante profunda sobre si mis suposiciones sobre la coexistencia sostenible eran no solo desafiantes, sino quizás, insuficientes.

Así, con una mezcla de muchísimo escepticismo y una innegable chispa de curiosidad, decidí investigar un poco al respecto del Movimiento, buscando comprender no solo sus fundamentos, sino también los pensamientos que podrían llevar a alguien a abrazar una conclusión tan definitiva. 

¿Qué postulan desde el Movimiento?

El Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria fue fundado por Les U. Knight en la década de 1990. Knight y otros activistas han sido voces prominentes en la promoción de la idea de que cesar voluntariamente en la procreación podría ser un camino hacia la recuperación ambiental del planeta. 

Aunque es difícil determinar un número exacto de seguidores debido a la naturaleza descentralizada de este tipo de iniciativas, se estima que miles de personas en todo el mundo simpatizan con sus principios, participando en foros en línea y eventos relacionados.

Los argumentos presentados por el Movimiento para desear la extinción de la humanidad se centran en una serie de preocupaciones ambientales y éticas profundas.

En primer lugar, argumentan que la cantidad actual de seres humanos es insostenible para los recursos naturales del planeta, lo que lleva a la degradación del medio ambiente, la pérdida de hábitats naturales y la extinción de especies. 

Además, la actividad humana ha provocado cambios climáticos significativos, contaminación y alteración de ecosistemas, lo que pone en peligro la supervivencia de innumerables formas de vida, incluida la nuestra.

Derivado de lo anterior, consideran que una menor población humana permitiría una distribución más equitativa de recursos, mejorando la calidad de vida para todos los seres vivos.

Así que, en definitiva, lo que plantean es una “ética de la procreación”. Es decir, plantean cuestionamientos éticos sobre la moralidad de traer nuevas vidas a un mundo enfrentado a problemas ambientales graves, preguntando si es justo imponer la carga de nuestra situación actual a las futuras generaciones (como si al dejar de tener hijos, estas nuevas generaciones fueran a existir).

Aunque la idea de la extinción humana voluntaria es extremadamente controvertida, me gustaría pensar que su propósito real es destacar la urgencia de tomar medidas significativas y efectivas para abordar la crisis ambiental global.

Crítica al movimiento extincionista

Aunque las premisas o preocupaciones ambientales y éticas del Movimiento tienen unas bases reales y/o entendibles, creo que todos tenemos claro que lo que nos propone como solución, es decir, simple y llanamente, dejar de tener hijos para que la población decrezca hasta su desaparición, representa un sinsentido total.

Porque, ¿de qué nos serviría que la especie humana dejara de existir en el planeta Tierra? ¿No se supone que esta es nuestra casa? Si desapareciéramos como especie, la Tierra seguramente estaría mucho mejor que con nosotros, pero ¿no se supone que deberíamos buscar tener un lugar mejor en el que vivir en vez de dejar de existir para que nuestra casa esté en mejores condiciones?

Es fácil entender lo absurdo de un movimiento que siguen “cuatro gatos”, probablemente muy radicalizados y con pensamientos muy, digamos, alternativos, y que busca la extinción de la raza humana en pos de que un planeta “viva” mejor sin nosotros. Creo que no hace falta desarrollar más esa idea para que se entienda.

Dicho eso, hay que reconocer que el Movimiento señala con certeza las prácticas insostenibles que han caracterizado el desarrollo humano hasta la fecha.

Así, el argumento sobre la sobrepoblación toca una fibra sensible en el debate ambiental. Es cierto que nuestra huella en el planeta ha crecido a un ritmo alarmante, exacerbando la presión sobre los recursos naturales y los ecosistemas.

Sin embargo, ¿es la reducción de la población la única vía para aliviar esta presión? Reflexionando sobre este punto, creo que todos estaremos de acuerdo en que la clave puede estar más en la transformación de nuestros patrones de consumo y producción hacia modelos más eficientes y menos dañinos para el medio ambiente.

En lo que respecta a la crítica al daño ambiental causado por el ser humano, es innegable y merece nuestra atención urgente. Aceptar nuestra responsabilidad en la crisis climática y en la pérdida de biodiversidad es el primer paso para cambiar el curso de nuestras acciones.

No obstante, debemos creer firmemente en nuestra capacidad para innovar y adaptar nuestras sociedades a formas de vida sostenibles que minimicen nuestro impacto negativo.

Los argumentos del Movimiento sobre la calidad de vida y la ética de traer nuevas vidas a un mundo en crisis plantean interrogantes fundamentales sobre nuestra ética y valores. Estas reflexiones nos deben llevar a considerar la importancia de educar y empoderar tanto a las actuales como a las futuras generaciones para enfrentar estos desafíos, en lugar de desistir de la posibilidad de un futuro humano en la Tierra.

Dicho todo esto, estaremos de acuerdo en que estos argumentos destacan problemas críticos que no podemos ignorar, pero la solución, obviamente, no reside en la extinción voluntaria.

Debemos enfocarnos en la búsqueda de soluciones sostenibles que permitan la coexistencia armónica de la humanidad con el planeta, lo cual implica un compromiso renovado con la innovación sostenible, políticas ambientales efectivas y un cambio cultural hacia el respeto y cuidado de nuestro entorno natural.

Este movimiento nos desafía, aunque desde la radicalidad y una posición de máximos, a mirar críticamente nuestras acciones y sus impactos.

En respuesta, debemos elegir no la renuncia, sino el compromiso activo con la vida y la salud de nuestro planeta. Juntos, podemos y debemos crear un legado de resiliencia, innovación y armonía con la naturaleza.

Nota: este artículo fue anteriormente publicado en Revista Haz el 20-2-24 .

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